sábado, 6 de abril de 2013

SAN FRANCISCO LLAMA A LA RIQUEZA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO




San Francisco llama a la riqueza y a la Ceremonia
para el Santísimo Sacramento


Hemos visto en estos tiempos post-conciliares una actitud cada vez más informal adoptada por sacerdotes y obispos hacia el Santísimo Sacramento. La práctica censurable de dar la Comunión en la mano es sólo un ejemplo de esta posición.
Además, con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, en todas partes hemos visto sacerdotes que sustituyen a los cálices y patenas de oro con las tazas y los platos hechos con materiales comunes. A menudo, esta falta de decoro y sacralidad es alabado como una necesidad de hacer de la siguiente Iglesia pobre  "el espíritu de la pobreza" de San Francisco de Asís, como está afirmando el que se hace llamar  Francisco I.
Nos encontramos con la dirección exactamente opuesta de esta tendencia progresista en los siguientes extractos de dos cartas de san Francisco de Asís al clero. En ellas condenaron enérgicamente esa falta de sacralidad e insistió en metales preciosos para sostener el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo y en la más profunda reverencia a Su presencia.

San Francisco de Asís - Carta a los Clérigos

Todos los que son clérigos deben ser conscientes del  gran pecado y la ignorancia que algunas personas tienen hacia el Santísimo Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y sus más santas palabras escritas  al consagrar su Cuerpo. Sabemos que no puede convertirse en su cuerpo sin haber sido consagrado por Su palabra. ...

Pero todos los que administran estos santos misterios - especialmente aquellos que los administran sin cuidado - consideremos la triste situación de los cálices, los corporales, y la ropa de altar-en los que se sacrifican  el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor. Y el Cuerpo y la Sangre del Señor se deja por muchos  lugares sucios, llevados de una manera miserable, recibido indignamente, y se administró a los demás sin discreción. Incluso los sagrados Sus palabras escritas a veces se dejan para ser pisoteada, pero la persona que no tiene el [Católica] espíritu no percibe las cosas de Dios (1 Corintios 2:14).

¿Acaso no estamos movidos por un sentimiento de piedad sobre todas estas cosas, ya que el buen Dios se ofrece en nuestras manos y nosotros lo manejamos y lo recibimos a diario con nuestra boca? ¿O nos olvidamos de que tenemos que llegar a sus manos (cf. Hebr 10:31)?

Pues bien, vamos a modificar con rapidez y firmeza nuestros caminos en estos y otros asuntos. Y dondequiera que el santísimo cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo ha sido inadecuadamente alojado y descuidado, que sea retirado de ese lugar y depositado y encerrado en una ubicación preciosa.

Del mismo modo, allí donde las palabras escritas del Señor se puede encontrar en lugares indebidos, deben recogerse y guardarse en un lugar que se está convirtiendo.

Y sabemos que estamos obligados a observar todas estas cosas por encima de todo  acuerdo con los preceptos del Señor y las Constituciones de la Santa Madre Iglesia. Y el que no lo ha hecho, le hizo saber que él estará obligado a rendir cuentas ante Nuestro Señor Jesucristo en el día del juicio (Mt 12:36).

Los que hacen copias de este escrito para que pueda ser mejor observados deben saber que van a ser bendecidos por el Señor.


Primera Carta a los Custodios

Te lo ruego, con todo lo que está en mí y más, que, cuando es apropiado y que juzgan rentable, ruego humildemente al clero a reverenciar por encima de todo el Santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo y  Su santo escrito palabras que consagran [su] cuerpo.

Los cálices, cabos, citas del altar, y todo lo que pertenece al sacrificio debe ser de un material precioso. ¿Y si el santísimo cuerpo del Señor está muy mal reservados en cualquier lugar, se debe colocar en un lugar precioso bajo llave y mantenidos de acuerdo con el mandato de la Iglesia y llevados con gran reverencia y se administra a los demás con discreción. ...

Y en cada sermón que  dan, amonestar a la gente sobre la necesidad de la penitencia, y les digo que nadie puede ser salvo a menos que reciba el Cuerpo y la Sangre del Señor (cf. Jn 6,54). Y cuando se sacrifica en el altar por el sacerdote y llevado a cualquier lugar, y todo el pueblo, de rodillas, alabanza, gloria y honor al Señor Dios vivo y verdadero.


San Francisco de Asís, custodias Epistola ad,
Escritos de San Francisco: Cartas

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