martes, 20 de noviembre de 2012

LA COMBATIVIDAD, EN EL MES DE MARÍA INMACULADA



Veamos de cerca lo que es la intransigencia. Cuando una persona tiene una idea muy clara de lo que es bueno y la comprensión de las más altas expresiones de este bien, esta persona sabe que lo contrario es malo. No es un conocimiento teórico, como la de un científico que analiza una muestra en un laboratorio, sino un conocimiento que viene de la mano con un gran amor para siempre. La persona natural reconoce el opuesto de esa mercancía, lo que es malo, y odia el mal con una intensidad proporcional a la magnitud de su amor por el bien. Puesto que él ama a los más altos ideales que representa, no puede tolerar el opuesto de ese bien, porque él ve claramente el mal que existe en el mismo. Rechaza el mal no sólo en su conjunto, pero en cada una de sus partes. Rechaza el mal no sólo cuando es muy intenso, pero cuando apenas aparece. Esta es la intolerancia o la intransigencia. El espíritu humano está constituido de tal manera que cuando un hombre odia el mal, aumenta y perfecciona su amor por el bien. En cierto modo, la presencia de algo que rechaza refuerza su convicción de su amor por el bien. La psicología humana tiene establecido que tal contraste hace a una persona más consciente de cómo el bien es bueno. Por ejemplo, nos encanta nuestra vocación contrarrevolucionaria más cuando podemos ver concretamente cómo los revolucionarios lo odian. Al ver esto, recibimos una confirmación de que estamos tomando la posición correcta. ¿Cuál es la combatividad? Combatividad es una consecuencia de la intransigencia. Se trata de tomar una decisión deliberada para destruir el mal que se opone a la gloria de Dios. Se trata de una deliberación tranquila seguida de la utilización de todos los medios que uno tiene a su alcance para lograr ese objetivo. No es una solución pasajera  luchar durante un solo episodio cuando el mal está atacando al bien, pero es una decisión permanente se aplica a todos los aspectos del mal y de toda la vida de una persona. La persona que no descansa hasta que el mal se destruye. Una verdadera combatividad no descansa hasta que el mal se reduce a cenizas. En Portugal hubo una expresión en cuanto al mal que se ha aplicado de diferentes maneras en la legislación portuguesa vieja: El mal se reducirá a cenizas por el fuego. Si un hombre ha cometido un crimen horrible, recibió la sentencia de pena de muerte: su cuerpo era quemado y sus cenizas dispersadas, ya sea en el aire o el agua. Esta fue la aplicación de ese axioma. Aquí no es estar  a favor o en contra de una pena  que en estos momentos seria muy difícil de aplicar , cosa que tampoco quiere decir que muchos no la merescan. Me lo estoy tomando como un principio general que debe aplicarse a la lucha de las ideas e instituciones. Un hombre malo puede ser muerto, y él se termina . Pero, ¿quién puede matar una mala idea o destruir una conspiración revolucionaria que lucha por impedir que Dios recibe la gloria que Él merece y la Santa Madre Iglesia de ejercer su misión en la tierra? Para esta pelea, necesitamos una combatividad cierta que reduzca la Revolución y sus cohortes a cenizas por el fuego. Este tipo de intransigencia y combatividad son dos atributos de la Virgen que fueron consecuencias del privilegio de su Inmaculada Concepción. ¿Qué debemos pedir a la Virgen? Deberíamos pedir un gran amor de Dios y una alta comprensión de su gloria, que, como consecuencia natural, nos dan una gran intransigencia y combatividad. Recuerdo que Santa Teresa de Lisieux  solía  utilizar esto  para lamentar que no podía ser un guerrero y luchar con una espada contra los enemigos de Dios. Esta es el alma de un santo. Ella deseaba luchar por Dios en todos los lugares y todos los tiempos. Así es como debe ser. Pidamos a la Virgen por la pureza y la combatividad propia de santidad para que podamos ser sus verdaderos hijos. 



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